sábado, 13 de setembro de 2008

Conspiração. Geórgia




La historia vuelve una y otra vez

Análisis de Daniel Luban
WASHINGTON, sep (IPS) - Tras el conflicto armado entre Rusia y Georgia, muchos analistas estadounidenses se apuraron a proclamar "el retorno de la historia". Pero aun los observadores más atentos merecen una disculpa por exponer su "déjà vu" en esta ocasión.
Después de todo, se suponía que la historia, cuyo "fin" había proclamado el filósofo estadounidense Francis Fukuyama en 1989, ya había retornado tras los ataques que el 11 de septiembre de 2001 dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington.

El "retorno de la historia" percibido entonces denotaba el comienzo de una lucha total contra las fuerzas islamistas extremistas y del nacionalismo árabe secular.

La apropiación y reinterpretación de la frase en las últimas semanas --en muchos casos por de los mismos analistas que la habían estrenado en 2001-- indica un nuevo giro en el debates sobre la política exterior estadounidense.

Sobre todo, porque los "halcones" dejan de concentrarse en el mundo islámico y presionan por una política más agresiva hacia Rusia y China.

El álgido debate en los medios de comunicación sobre el futuro de la política internacional llegó a enfrentar a dos antiguos aliados ideológicos que revistan en filas neoconservadoras: Robert Kagan y Francis Fukuyama.

Ya pasaron casi 20 años desde que Fukuyama escribió su conocido artículo "¿El fin de la historia?", que en 1992 amplió para editarlo como libro ("El fin de la historia y el último hombre").

Publicado pocos meses antes de que la caída del Muro de Berlín marcara el fin de la Guerra Fría, Fukuyama alegaba en su ensayo que no existían más alternativas ideológicas a la democracia liberal basada sobre el mercado, y que la era de conflicto ideológico internacional a gran escala había terminado.

Muchos halcones abrazaron entonces la tesis de Fukuyama. Veían en ella la promesa de un mundo "unipolar" en el que Estados Unidos ejerciera el rol de "hegemonía benevolente".

En los años siguientes, sin un rival claro a la vista, buena parte de la política exterior estadounidense se orientó hacia el mantenimiento de la paz en lugares tan diversos como Haití, Somalia y los Balcanes. La escasez de conflictos parecía confirmar la hipótesis de Fukuyama.

Pero luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, esos mismos halcones se apresuraron a acusar al filósofo de excesivo optimismo.

En ese sentido, los años 90 constituyeron meras "vacaciones de la historia", según la caracterización que instantáneamente se tornó ubicua, y el Islam extremista reemplazó al fascismo y el comunismo como centro de la política exterior de Estados Unidos.

"Nuestras vacaciones de la historia llegaron a su fin el 11 de septiembre", anotó, dos meses después, un destacado neoconservador, Charles Krauthammer, en una columna publicada por The Weekly Standard que reflejaba el parecer de muchos miembros de su corriente ideológica.

La política exterior estadounidense había "adquirido un nuevo principio organizador: tenemos un enemigo, el Islam radical, y su derrota es nuestro objetivo nacional supremo", escribió.

Krauthammer rechazó explícitamente la posibilidad de que Rusia y China representaran amenazas serias a Estados Unidos. Si la cooperación en la guerra contra el terrorismo requería reconocer el rol de Rusia como gran superpotencia con hegemonía sobre Asia central, así debería ser, sostuvo.

El "Islam radical" fue definido de modo suficientemente amplio para incluir a sunitas y chiitas, fundamentalistas religiosos y nacionalistas seculares. Y aunque Afganistán fue el primer frente, los halcones dentro y fuera del gobierno de George W. Bush inmediatamente miraron hacia Iraq, e incluso a Irán y Siria.

Los neoconservadores ridiculizaban el optimismo de Fukuyama, pero proponían la imposición armada de la democracia liberal universal que el propio pensador había pronosticado.

Y Fukuyama no fue de la partida. Mostró escepticismo en que la democracia liberal pudiera ser impuesta por la fuerza y rompió relaciones con sus ex aliados neoconservadores al oponerse a la guerra en Iraq.

Sería una subestimación decir que la guerra contra el Islam radical no ha transcurrido tal como sus promotores esperaban. Pueda o no Estados Unidos rescatar resultados políticos aceptables en Iraq y Afganistán, la democratización de Medio Oriente a gran escala parece lejana, por ahora.

Y mientras los moderados parecen haber dominado a los halcones dentro del gobierno de Bush, Estados Unidos muestra una nueva disposición a usar la diplomacia en su vínculo con el mundo islámico.

Con el evidente estancamiento de la guerra contra el Islam radical, muchos sintieron que los halcones de Washington comenzaban a buscar una nueva amenaza que sirviera como "principio organizador" de la política exterior estadounidense.

Rusia y China, ambas históricas fijaciones neoconservadoras, parecían una opción natural.

En los meses anteriores al 11 de septiembre, The Weekly Standard había promovido un enfrentamiento más agresivo con China. En su editorial del 18 de junio de 2001, acusó al Departamento de Estado (cancillería) estadounidense de comprometerse en "el aplacamiento de los gobernantes comunistas en Beijing".

Si hubo una figura central en la reformulación del "retorno de la historia" para azuzar un enfrentamiento con Rusia y China, ése fue Kagan, un neoconservador incondicional que revista en filas del Fondo Carnegie para la Paz Internacional y asesor del hoy candidato presidencial republicano John McCain.

Un libro de Kagan, "El retorno de la historia y el fin de los sueños", publicado en abril, alega que el siglo XXI estará dominado por el conflicto entre las fuerzas de la democracia (lideradas por Estados Unidos) y la autocracia (dirigidas por Rusia y China), en una suerte de regreso a la política de grandes potencias del siglo XIX.

La influencia de Kagan fue importante para llevar a McCain a proponer una "liga de democracias" para contrarrestar el poder ruso y chino. En las semanas que transcurrieron desde la guerra entre Rusia y Georgia, sus pronósticos concitaron aun más atención.

Pocos niegan que Rusia y China cobraron destaque en los últimos tiempos, pero muchos expertos cuestionan que el enfrentamiento directo sea la única manera que tiene Estados Unidos para lidiar con su creciente poder.

Entre estos críticos está el propio Fukuyama. En semanas recientes, él y Kagan redactaron una serie de artículos de opinión, claramente respondiéndose entre sí.

En una columna publicada el 24 de agosto en The Washington Post, Fukuyama advirtió contra "analogías históricas facilistas", y negó que los gobiernos autócratas compartan inherentemente los mismos intereses o procuren una expansión territorial agresiva.

En un debate anterior con Kagan procesado a través del sitio web Bloggingheads.tv, Fukuyama también alegó que los pronósticos de conflicto con Rusia y China formulados por Kagan podrían ser una "profecía autocumplida".

Es decir que, si Washington presume como inevitable el conflicto con Rusia y China, puede terminar siéndolo, advirtió.

En un artículo de Newsweek titulado "Éste no es el retorno de la historia", el destacado realista de política exterior Fareed Zakaria sostuvo que la invasión de Rusia sería recordada como un error garrafal más que como una muestra de fuerza.

Zakaría aseguró que la globalización y la integración económica continuarían promoviendo una convergencia de intereses entre las grandes potencias.

En una columna publicada el 30 de agosto en The Wall Street Journal, Kagan acusó a Fukuyama y Zakaria de traicionar la cosmovisión de sus predecesores realistas defendiendo pronósticos ingenuos sobre el fin del conflicto geopolítico a gran escala.

Fukuyama, por su parte, es escéptico en que incluso un regreso al mundo del siglo XIX, cuando regía la política de las grandes potencias, justifique las políticas agresivas impulsadas por Kagan y otros neoconservadores.

Si uno acepta la noción de un retorno al mundo de las grandes potencias, "entonces lo toma seriamente y dice: ¿qué hacen las grandes potencias cuando no pueden esperar obtener todo lo que quieren?", planteó en su debate de Bloggingheads con Kagan.

Lo que hace una gran potencia es "llegar a un acuerdo y ceder algunas cosas a fin de obtener lo que es más importante" para sí misma, resumió. (FIN/2008)

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