La aparición de una niña de rasgos nórdicos en un campamento gitano de Grecia desata una oleada de solidaridad internacional para ayudar a buscar a sus padres
La policía valora la opción de que haya podido ser víctima de redes de tráfico de menores
ELPAIS.COM
Una niña rubia, de piel casi traslúcida y
luminosos ojos verdes aparecida como por arte de magia el jueves en un
campamento gitano en Fársala (Lárissa, centro de Grecia). Un culebrón
mediático, que engorda progresivamente, con elementos de novela negra: de dónde
ha salido la pequeña, quiénes son sus padres, cómo ha llegado hasta allí, si ha
sido víctima de una red de tráfico de niños robados, o si acaso es un eslabón
perdido que permita resolver otros casos de desapariciones de menores. El
último ingrediente es la entrada en escena de Interpol y la internacionalización del caso: sólo el sábado la ONG que ha asumido temporalmente
la custodia de la cría, La Sonrisa del Niño, recibió más de 5.000 llamadas telefónicas de todo el mundo con
pistas, indicios o suposiciones que ayuden en la búsqueda de sus verdaderos
padres. Sin resultado concreto, de momento.
Los medios británicos, y en especial los
tabloides, se han lanzado como sabuesos sobre el caso, con el cercano
precedente de Madeleine MacCann en la cabeza, pero también de otros expedientes
casi archivados, como los de Ben Nidam y Alex Meschisvilli, el primero de ellos
desaparecido con 21 meses, en 1991, en la isla griega de Kos. Para los
británicos la niñita rubia de ojos verdes del campo de Fársala es María (el
nombre que, al parecer, recibía en el entorno en que vivía); los medios griegos
han dado en llamarla “el ángel rubio”, una denominación más acorde con la realidad,
pues fueron precisamente los rasgos nórdicos o eslavos de la niña, y su
desconocimiento del romaní, los que hicieron saltar las alarmas.
María fue hallada en una casa prefabricada
del campo durante un registro rutinario en el que se descubrieron varias armas,
y en la que había otros tres niños. La pareja que se hizo pasar por sus padres,
un hombre de 40 años y una mujer de 39 años, incurrieron en comisaría en
tamañas contradicciones (que la cría era hija de padre canadiense; que se la
encontraron en Creta, a la puerta de un supermercado; que la había abandonado
su madre, una mujer búlgara) que la policía ordenó su detención cautelar. Una
prueba de ADN confirmó que no eran los padres de la niña.
Posteriormente los investigadores
descubrieron que en 1993, en un plazo de sólo cinco meses, el supuesto padre
había registrado a cinco niños más como propios, y entre octubre de 1994 y
febrero de 1995 a otros tres más. La mujer figura además como madre de otros
cuatro vástagos; ambos comparecen este lunes ante
el juez instructor. La concatenación
de indicios hace pensar a la policía que el ángel rubio podría ser
víctima del tráfico de menores orquestado presuntamente por bandas gitanas, la
hipótesis que propalan en busca de exclusivas los tabloides británicos. Los abogados de la pareja intentan atajar lo que
consideran maledicencias: “No ha habido ningún secuestro, ningún robo, ningún
tipo de tráfico. No han comprado a la niña”, señaló uno de ellos a la agencia
France Presse. La madre de María sería “una mujer que no podía criar al bebé y
que por mediación de una tercera persona la entregó a la pareja en 2009, poco
después de nacer”, explicó por su parte una comadre de la mujer detenida. La
hipotética madre, de nacionalidad “extranjera”, sin precisar, está siendo buscada
por las autoridades para declarar en el marco de la investigación por
secuestro.
Unos 175.000 gitanos viven en Grecia, según
datos de 2012 del Consejo de Europa. La porosidad de las fronteras y la
situación geográfica del país, a horcajadas de los Balcanes, explican la
libertad de circulación de bienes y personas, sobre todo en el norte. Miembros
de la comunidad romaní local han manifestado su temor a ser estigmatizados como secuestradores de
niños por el oscuro episodio que
rodea la vida y la aparición de la pequeña María.
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